De sueños y propósitos

Es 31 de diciembre y, como cada año, ya están todos reunidos en casa de Mara, listos para disfrutar de una buena cena de Nochevieja en compañía de su pandilla de amigos de siempre. Crecieron juntos en un pequeño pueblo manchego, pero, poco a poco, todos se fueron marchando a la capital, unos a continuar sus estudios, otros en busca de mejores oportunidades laborales. Y desde aquella época de juventud habían mantenido la tradición de cenar juntos el último día del año y recibir, entre uvas y brindis, esos 365 días con los que nos obsequia el nuevo año. Mara, Sergio, Carlos, Vicente y Aitana. Los Cinco. Aunque ahora ya, junto con sus parejas y los niños que había ido trayendo la cigüeña, no eran solo Los Cinco; eran una gran familia.

Mara está en la cocina ultimando algunos de los platos que ha preparado: canapés de foie con mango, ensalada de pera en hojaldre con queso azul y paté de tomate seco. Le encanta cocinar desde niña; entonces solía ayudar a su abuela y a su tío en el pequeño bar que regentaban en el pueblo. Al principio solamente atendía las mesas, pero cuando les demostró lo bien que se manejaba entre fogones, empezó a ayudarles a preparar los menús del día. A su padre no le hacía gracia que se pasara todo el día en el bar. “Te irás a Madrid a estudiar y trabajarás en algo de provecho. En este pueblucho no vas a tener ninguna oportunidad”. Y Mara, quien nunca quiso defraudar a su padre, así lo hizo; ahora trabajaba en marketing y ocupaba un cargo de importancia en una gran empresa. Ganaba mucho dinero y le gustaba su trabajo, pero no le llenaba tanto como la cocina. Su sueño era regresar al pueblo y comprar el bar de su abuela, que llevaba muchos años cerrado; abriría un pequeño restaurante, con apenas ocho mesas, y ella misma sería la chef. En los últimos meses había estado considerando la idea muy seriamente; incluso la había escrito en su lista de propósitos para el nuevo año: trabajar en algo que te haga verdaderamente feliz.

Mientras los demás terminan de poner la mesa, Sergio juega en la sala de estar con los hijos de sus amigos. Los niños siempre le han dado alergia, o eso solía decir; sin embargo, últimamente pensaba mucho en cómo sería eso de ser padre y criar a un hijo. Sergio siempre había sido un bon vivant, un joven independiente que huía de cualquier tipo de compromiso con una mujer. Nunca había tenido una pareja estable, aunque sí había estado con muchas mujeres, sobre todo desde que Aitana se casó con Pedro y perdió toda esperanza de conquistarla algún día. Estaba enamorado de ella desde que empezó a interesarse por las chicas siendo un adolescente, pero nunca tuvo valor para confesárselo porque a Aitana nunca pareció interesarle Sergio; le veía como a un amigo más. Por eso él tampoco había intentado nada con ella después de su divorcio; además, parecía demasiado vulnerable en aquellos momentos y no quería aprovecharse de la situación. Hacía apenas unos días había quedado con Carlos para tomar algo y su amigo había insistido una vez más: “Ha llegado el momento de que sientes la cabeza, Sergio. Los años de libertad y libertinaje están muy bien, pero el cuerpo y la edad ya te piden una vida más serena, que sientes la cabeza al lado de una mujer estupenda y forméis una familia”. Carlos tenía razón así que Sergio decidió que ese sería su propósito de año nuevo: conquistar a Aitana y hacerla muy feliz.

Carlos era atento y servicial, el mejor amigo de sus amigos; siempre estaba a su lado, tanto para lo bueno como para lo malo. Carlos se consideraba una buena persona, pero en los últimos días no dejaba de darle vueltas a las palabras que había leído en el cartel que sujetaba un vagabundo mientras paseaba por las calles del centro: “Yo antes era como usted; tenía trabajo, dinero y una familia. Así que no desperdicie su vida, haga algo útil mientras pueda”. Se acercó a hablar con él, pero el mendigo no quiso aceptar su limosna. “Si mis palabras le han llegado, ya me puedo dar por satisfecho. Solo quiero que la gente entienda que vivimos en comunidad y que debemos ayudarnos unos a otros. No es una cuestión de caridad sino de humanidad”. Aquel señor le había dado una buena lección y desde entonces Carlos no dejaba de pensar en cómo podría él ayudar a los demás. Una compañera de trabajo le había hablado de la asociación en la que colaboraba. Le contó que era muy gratificante sentirse útil y que todo el tiempo que invertía en la asociación se veía ampliamente recompensado con el cariño de aquellos a los que habían ayudado. A Carlos le conmovió la historia de una de esas personas, la de Manuel, un empleado de mantenimiento de la estación de tren que logró reconstruir su vida tras una tragedia familiar.

– ¡Carlos, que te estoy hablando!

– Perdona, Vicente, dime. 

– Ayúdame a traer los platos de la cocina, anda. 

– Ah, sí, claro. 

– Pero, ¿estás bien? ¿En qué estabas pensando?

– En mi propósito de año nuevo. Ya lo tengo en mente. 

– Eso está muy bien. 

Mientras caminan hacia la cocina, Vicente piensa en eso de los propósitos de año nuevo. Siempre le han parecido una tontería, pues antes o después, esos objetivos que nos proponemos a principios de año quedan en agua de borrajas. Dejar de fumar, leer más, hacer más ejercicio… ¡Menudas bobadas!

A Aitana se le hace la boca agua mientras observa los manjares que ha preparado su amiga Mara y que ya estan perfectamente colocados en la mesa del salón. Los probará todos, pero sin pasarse. No quiere comer de más, pues su propósito de año nuevo tiene que ver precisamente con eso, con bajar de peso. Empezar una dieta y/o empezar a hacer ejercicio de forma regular son los propósitos estrella en esta época del año. Pero en el caso de Aitana, no es por una simple cuestión estética, ni por haber comido en exceso durante las navidades. Tras su última ruptura sentimental, la ansiedad le había hecho comer sin control y perder toda la autoestima. No se aceptaba a sí misma. Pero no era solo que ya nunca le apetecía arreglarse o ir de compras porque creía que nada le sentaba bien; era que le aterraba enfrentarse a lo desconocido y no se sentía capaz de sacar adelante ninguno de los proyectos que tenía en mente. Se sentía muy desanimada, por eso, unas semanas atrás había ido a hablar con Carlos. Él siempre la escuchaba y le daba los mejores consejos. “No es una cuestión de kilos, Aitana – le dijo mientras entrelazaba sus manos con las de ella -; es una cuestión de autoestima. Debes volver a creer en ti misma, volver a quererte. Y debes hacerlo única y exclusivamente por ti. Además, debes estar abierta al amor. Quizás lo encuentres más cerca de lo que imaginas”. Aquellas palabras desconcertaron a Aitana. ¿Qué habría querido decir Carlos con eso?

Y llega la media noche y con ella, las doce campanadas. Y, mientras brindan, Los Cinco piensan en los propósitos que tienen intención de cumplir en el nuevo año. Da cierto vértigo imaginar hacia dónde les llevarán todos aquellos anhelos y sueños. Sin embargo, una cosa sí tienen clara: en 364 días estarán otra vez juntos, brindando por las metas alcanzadas y escribiendo nuevos propósitos que cumplir.

¡FELIZ 2018!

2 Replies to “De sueños y propósitos”

  1. Un propòsit d’any nou que estiga a la altura, deixem fora els més típics.
    Jo ja tinc el meu i de segur que tu també.
    Espere que a finals d’any estiguem brindant per els somnis cumplits.

    PD. M’agrada com has utilitzat un personatge d’un relat anterior.

    1. Jo tinc uns quants propòsits en ment; aguarde complir-los. És un any important per a les dos, així que de segur brindarem per exos somnis.
      Gràcies per pasar per aqui :-*

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