Perdida en sus recuerdos (2ª parte)

– A ver, empezaremos por lo principal. Te llamas Anabel Medina Fuentes y tienes veintiocho años. 

– ¿Y cuándo es mi cumpleaños?

– El dos de agosto.

– ¿Qué hago? ¿A qué me dedico?

– Eres maestra y le das clase a niños de cinco y seis años en un colegio privado de aquí de Alcalá de Henares. 

– ¿Maestra?

– Sí. ¿Esperabas ser otra cosa? 

– No, no sé… supongo que no espero nada. Todo es nuevo para mí. 

– Lo sé, por eso te he dicho que no debes precipitarte. Estoy convencida de que, a medida de que vayas conociendo cosas sobre tu pasado, irás recordando y recuperando tus propios recuerdos, pero debemos ir poco a poco. Acabas de salir de un coma profundo después de haber estado cuatro meses dormida, Anabel. Hay que ir con cuidado. 

Anabel se quedó pensando en las últimas palabras que había pronunciado la psicóloga: “cuatro meses dormida”. ¿Qué le había sucedido cuatro meses atrás? ¿Qué la había llevado hasta aquel hospital? Se había obsesionado tanto con recordar a su familia y a sí misma, que no había caído en la cuenta de que no sabía qué le había ocurrido.

– ¿Qué me pasó?

– Raúl y tú tuvisteis un accidente de tráfico. Él apenas se hizo unos rasguños; tú te llevaste la peor parte. Se ha sentido muy culpable por eso todo este tiempo. Pero él no tuvo la culpa y el conductor del otro vehículo implicado tampoco. Era de noche, ibais por una carretera poco iluminada y un perro se cruzó en el camino del otro coche; al tratar de esquivarlo, el señor perdió el control y se estrelló contra vosotros, que circulabais en el sentido contrario. El otro conductor también salió ileso. 

– No recuerdo nada del accidente. 

– Bueno, quizás eso es mejor que no lo recuerdes. 

– Ya…

Anabel permaneció en silencio varios minutos, por lo que la psicóloga interpretó que ya había tenido suficiente con tanta información.

– ¿Seguimos mañana? Pareces cansada y ya es tarde. 

– ¡No! – gritó Anabel sin querer -. Perdona, no quería levantar la voz. 

– Tranquila… Venga, una pregunta más y me voy.

Anabel se moría de ganas por preguntar por Raúl, pero le daba vergüenza hacerlo. La doctora intuyó lo que le sucedía a su joven paciente y trato de echarle una mano.

– ¿No me vas a preguntar por Raúl?

Anabel se sonrojó pero no dijo nada, de modo que la psicóloga continuó hablando.

– Bueno, te diré que es muy buen chico y que no se ha separado de ti en estos cuatro meses. Pidió una excedencia en el trabajo para poder estar contigo día y noche. Solo se iba un par de horas a vuestra casa a ducharse y a comer algo. 

– ¿Nuestra casa?

– Sí, vivíais juntos desde hace un año en un adosado que comprasteis a las afueras de Alcalá. Raúl me enseñó algunas fotos y la verdad es que es muy bonito. 

Anabel enmudeció de nuevo y la psicóloga consideró que la conversación había llegado a su fin, de modo que se despidió de ella y la dejó allí tratando de asimilar todo lo que le había contado.

Los días siguientes, la psicóloga organizó unas sesiones con familiares de Anabel con el fin de que pudiera ir recomponiendo las piezas del puzle de su vida. Además de sus padres y sus hermanos, que le contaban historias de su infancia, la chica se reunió también con amigos y compañeros de trabajo que le hablaban de sus días en la universidad o dando clase a sus pequeños alumnos. Anabel se esforzaba por rememorar todo aquello que le contaban y, a veces, su mente le jugaba malas pasadas, pues a fuerza de tratar de imaginar todo aquello, creía que estaba empezando a recordar pero, en realidad, todo era fruto de su imaginación. Aún así, le gustó reunirse con todas aquellas personas pues, aunque eran conscientes de que Anabel no las recordaba, trataban de transmitirle su cariño y su apoyo y se esforzaban por contarle hasta el más mínimo detalle de cualquier anécdota por si eso ayudaba le ayudaba a recordar.

Cuando llegó el momento de reunirse con Raúl, Anabel se sentía muy nerviosa, pero no sabía explicar porqué. No sabía si su inquietud era fruto de la atracción que sentía por él desde que le vio entrar en la habitación del hospital y fue corriendo a abrazarla, o del miedo que le producía no poder corresponderle. Por eso, al segundo de haberla saludado con un dulce beso en la mejilla y haberse sentado a su lado, Anabel le espetó:

– Sé que llevamos trece años juntos, pero no recuerdo nada de nuestra relación. 

– Lo sé, Anabel, y no pasa nada. 

– Ya, bueno…

– ¿Qué ocurre?

– Pues que sí que pasa, Raúl. Pasa que yo tenía una familia a la que no recuerdo, a unos amigos cuyos nombres ignoro y a un novio con el que convivivía y del que no sé nada de nada. Yo tenía una vida y ya no la tengo. Yo tenía unos recuerdos y ya no los tengo. 

– Bueno, pero entre todos vamos a ayudarte a recuperar todo eso, Anabel, no tienes de qué preocuparte. Y juntos construiremos nuevos recuerdos y esos ya más nunca los vas a olvidar. 

– Pero, ¿y si yo no quiero construir nuevos recuerdos contigo?

– Sí quieres. 

– ¿Por qué estás tan seguro?

– Porque te conozco muy bien y sé que me quieres mucho aunque ahora no lo recuerdes. Sé que querías que nos casáramos y que formáramos una familia. 

– ¡Todo eso no es cierto! ¡Te aprovechas de que no me acuerdo de nada para hacerme creer que yo quería todas esas cosas!

Anabel se había puesto muy nerviosa y había levantado bastante la voz; alertada por los gritos, la psicóloga entró en la habitación para ver qué ocurría.

– ¿Va todo bien, chicos?

– ¡No, nada va bien! – respondió Anabel entre lágrimas. Raúl no sabía qué hacer ante el estado de nervios que presentaba su novia y se había quedado paralizado delante de ella.

– Cálmate, Anabel. 

– ¡No me quiero calmar! ¡Raúl pretende que sienta cosas que no siento y que le quiera como le quería antes, pero es que yo no soy la persona que era! ¡Yo no sé quién soy!

Déjame ayudarte a descubrir quién eres, por favor, no me apartes de tu vida – intervino Raúl -. Déjame conquistarte de nuevo. 

Tras aquel primer tenso encuentro, la pareja se volvió a reunir unos días más tarde en presencia de la psicóloga. En un ambiente más calmado, Anabel descubrió cómo había conocido a Raúl, dónde se dieron el primer beso y cómo celebraron su primer aniversario con apenas dieciséis años. Le enternecía el modo en el que él le contaba cómo había sido viajar juntos a París y subir a la Torre Eiffel, o el miedo que pasaron en el avión de camino a Londres por culpa de las turbulencias; sin embargo, no parecía surgir en ella ningún sentimiento hacia Raúl. Los meses siguientes a que le dieran el alta a Anabel, intentaron recuperar su rutina; ella permaneció en casa de sus padres las primeras semanas, pero después se mudó al chalet que compartía con Raúl. Veía como él se esforzaba día tras día por hacerla feliz, por arrancarle una sonrisa, pero ella no podía corresponderle. Los recuerdos del pasado seguían sin aparecer y a Anabel le desesperaba vivir aquella farsa; no tuvo valor de decirle cara a cara a Raúl que se iba a marchar, de modo que, cuando él se fue a trabajar, recogió todas sus cosas y le escribió una nota:

“Querido Raúl. Sé que no es justo nada de lo que te voy a decir porque soy consciente de todo lo que has estado haciendo por mí en los últimos meses e incluso antes, tras aquel accidente que lo cambió todo. Pero tampoco es justo que sigamos adelante con esto precisamente por ti, porque mereces tener a tu lado a una chica que te quiera tanto como tú me quieres a mí. En estos meses he aprendido a apreciarte y te he cogido mucho cariño, pero eso no es suficiente para estar contigo y mucho menos para casarnos y formar una familia. Siento no poder sentir por ti lo que sentía antes, siento no poder quererte como lo hacía antes, siento que nada sea ya como antes porque, por lo que me has contado, éramos muy felices. Espero que algún día lo volvamos a ser junto a otras personas, en otras ciudades, quizás. Nunca se está preparado para las sorpresas que la vida nos tiene reservadas, pero debemos saber afrontarlas de la mejor manera posible. Al final todo pasa y el tiempo todo lo cura, aunque ahora te cueste aceptarlo. Espero que algún día puedas perdonarme y que nos volvamos a encontrar cuando yo haya descubierto quien soy”. 

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