Perdida en sus recuerdos

Cuatro meses después del accidente, después de haber estado debatiéndose entre la vida y la muerte, sumida en un profundo coma, Anabel se despertó. Abrió los ojos lentamente pues sentía que los párpados le pesaban; la poca luz que iluminaba la habitación le resultaba cegadora, pero aún así, fue levantando los párpados superiores muy poco a poco hasta lograr abrir los ojos de par en par. No veía con nitidez por eso parpadeó con fuerza un par de veces; en ese momento, una de las personas que estaba en la habitación se percató de que había despertado.

– ¡Anabel! ¡Anabel! ¡Has despertado! ¡Ha despertado!

Se trataba de un señor bajito y rechoncho al que Anabel no conocía de nada pero que parecía alegrarse mucho de verla despierta. ¿Cuánto tiempo habré estado dormida? – se preguntaba Anabel al tiempo que observaba todo a su alrededor y se daba cuenta de que estaba conectada a un par de máquinas que registraban sus constantes vitales y a través de las que recibía algún tipo de alimentación intravenosa. Al señor gordito, quien también tenía un bigote muy gracioso, se unieron enseguida una señora rubia, un chico joven y una chica que a Anabel le resultó familiar y que llevaba a un niño en brazos.

– Anabel, ¿cómo estás? Creía que te había perdido para siempre… – le dijo la señora rubia mientras le acariciaba el pelo y el rostro.

– No la sobes, mamá, no ves que la estás agobiando. ¿Cómo estás, sister? – preguntó el chico joven.

El señor del bigote y la chica permanecían en un segundo plano, abrazados y llorando, sin articular palabra. Anabel estaba un poco aturdida y confusa porque, aunque aquellas personas parecían saber quién era ella, ella no era capaz de identificarlas. En ese momento entró un señor que, por como iba vestido, Anabel dedujo que era un médico y que pidió a los desconocidos que abandonaran la habitación. Tras hacerle un exhaustivo reconocimiento médico y asegurarse de que Anabel respondía perfectamente a los estímulos y era capaz de ponerse en pie y avanzar muy lentamente, hicieron pasar a todos de nuevo. A ellos se había unido otro chico que a Anabel le pareció muy guapo y que, nada más entrar en la habitación, fue corriendo a abrazarla. Anabel se asustó un poco ante el entusiasmo del chico, de modo que la psicóloga que estaba presenciando la escena trató de calmarla.

– Tranquila, Anabel, todo está bien – le dijo mientras le acariaba suavemente el brazo -. ¿Recuerdas quién soy yo?

La psicóloga – acertó a responder Anabel con la voz todavía un poco ronca.

Bien. ¿Y recuerdas cómo me llamo?

Clara Martín.

– Muy bien, Anabel. ¿Y a ellos les conoces? – dijo la psicóloga mientras señalaba a los allí presentes -. ¿Les has visto alguna vez?

Anabel negó con la cabeza y vio como los rostros de aquellos desconocidos se entristecían; la señora rubia incluso rompió a llorar y se refugió en los brazos del chico que antes la había reprendido por acariciar a Anabel. La psicóloga trató de tranquilizarles ahora a ellos.

– Bueno, sabíamos que esto podía pasar. Anabel ha estado mucho tiempo en coma y la pérdida de memoria es una de las secuelas más habituales en estos casos. Ahora debemos ver qué recuerda y qué no y si la pérdida de recuerdos es irreversible.

Acto seguido la psicóloga se dirigió a Anabel.

– Anabel, ellos son tu familia. Ellos son tus padres, Jesús y Luisa. Ella es tu hermana mayor, Elisa, a la cual te pareces mucho. El niño que lleva en brazos es su hijo, tu sobrino, Chechu. Y él es Javier, tu hermano pequeño. Y por último, Raúl, tu novio desde los quince años. Por eso te ha dado ese súper abrazo cuando te ha visto. 

Anabel estaba ahora mucho más confusa que antes. ¿Cómo podían esas personas ser sus familiares si ella no era capaz de recodarles? Ahora fue ella la que rompió a llorar, de modo que la psicóloga consideró que debían dejarla sola y que ya continuarían hablando con ella al día siguiente. Sin embargo, esa misma noche, cuando Anabel se sintió algo más tranquila, pidió hablar con ella.

Quiero saber qué me pasó, porqué estoy aquí, cuánto tiempo estuve en coma. 

Anabel, debo darte la información poco a poco. Es por tu bien.

Estoy bien, pero tengo demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Las necesito. Necesito saber quién fui para saber quién soy. 

– Bien. Voy a ir contándote alguna cosa, pero si veo que te alteras, no continuaré.

– Trato hecho. 

* CONTINUARÁ *

2 Replies to “Perdida en sus recuerdos”

  1. Que intriga! Conociendo los giros de las historias previas, me vienen muchas cosas a la cabeza de cómo podría desarrollarse, aunque seguro que no acertaré.

    1. Mañana podrás leer el desenlace de esta historia. ¡No te lo pierdas! 🙂