La escritora

– ¿Y cuándo comenzó a escribir? ¿Era la típica niña que se pasaba el día inventado historias?

– No, en absoluto. Cuando era niña me gustaba mucho leer, eso sí, y tenía mucha imaginación, pero me costaba plasmar sobre el papel todo aquello que inventaba. De hecho, era mi madre la que me tenía que ayudar cuando debía escribir algún texto para el colegio, pues en esas ocasiones a mí nunca se me ocurría nada. Recuerdo una ocasión en la que acabó improvisando y dictándome un pequeño cuento sobre una niña que quería ser bailarina y cuya madre, para que su hija pudiera lograr su sueño, pasaba las noches en vela cosiendo un traje de baile para ella.

– Entonces, digamos que la suya fue una vocación tardía, ¿no?

– Sí, un poco sí. No fue hasta la época del instituto que descubrí lo mucho que me gustaba escribir. En aquellos años presenté alguno de mis textos a concursos literarios por consejo de mis profesores y, aunque ninguno de ellos fue premiado, lo cierto es que me hacía ilusión que les gustaran y que confiaran en mí para presentarlos. Después decidí estudiar Periodismo por aquello de que había descubierto mi pasión por la escritura, pero lo cierto es que mis artículos siempre resultaban siempre demasiado literarios. Dejé de escribir durante algunos años y volví a tener la necesidad de hacerlo mucho después, de modo que se me ocurrió publicar un relato semanal cada domingo en mi blog. Por idea de mi novio, hoy mi marido, los incluí en una sección llamada Relatos fugaces porque la pretensión inicial era que fuesen historias cortas, pero la verdad es que casi siempre me quedaban bastante largas y acababa dividiéndolas en dos partes. Relatos fugaces fue el inicio de todo lo que ha venido después: la publicación de mi primer libro, Los años bisiestos, los premios que gané con el segundo, El anticuario, el éxito de Las voces perdidas

Los años bisiestos, El anticuario, Las voces perdidas… Todas sus novelas presentan temáticas muy diferentes y dispares. ¿Cuál diría que es su denominador común?

– Bueno, en todas ellas me intereso más por los personajes que por la trama en sí misma. Siempre he pensado que si construyes personajes potentes, peculiares, ellos mismos son los que van narrando la historia y la van haciendo interesante. Me parece más importante el quién o el cómo que el qué.

– ¿Y cuál es su método de trabajo? ¿Se basa en personas de su entorno y en lo que les ocurre para darle forma a sus historias?

– Es inevitable poner parte de tu propia vida en tus novelas. Los personajes, las historias, son como puzles, como los retales que se van cosiendo en una colcha de patchwork, están hechos de nuestras vivencias, de lo que le sucede a allegados y amigos. En cuanto a mi método de trabajo, al principio era mucho más caótico y a partir de una idea sencilla iba redactando toda la historia. Ahora me lo tomo con más calma y le dedico más tiempo a la parte de preparación del libro, anoto ideas, me documento, le doy mil vueltas a todo antes de transcribir nada. Mi escritura es ahora mucho más pausada y reflexiva que hace algunos años.

– ¿Cómo lleva eso de la fama? Porque, tal y como ha dicho, después de publicar una tetralogía tan exitosa como Las voces perdidas, a través de la que ha reivindicado el papel de la figura femenina en la industria del libro, son muchos los lectores que la reconocerán por la calle y le pedirán algún que otro autógrafo, ¿no?

– No, bueno, no soy ninguna estrella del pop, pero sí es cierto que Las voces perdidas ha logrado conectar con lectores de todas las edades y me gusta ver cómo familias enteras acuden juntas a las presentaciones o a las firmas de libros. El sueño de cualquier escritor es que sus libros gusten al público, que los lectores empaticen con los personajes, que se identifiquen con lo que les sucede a ellos… Pero cuando además te dicen que alguno de tus libros les ha cambiado la vida, es cuando verdaderamente sientes que has hecho un buen trabajo. La lectura es refugio para los lectores de la misma forma que la escritura lo es para los autores.

– ¿Tiene ya alguna idea para su próxima novela o ya se le han terminado las historias?

– Las historias nunca se terminan, están ahí afuera, rezagadas, esperando a ser contadas.

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