Cuando era pequeña, en el colegio nos encomendaron la tarea de leer el libro infantil Danko, el caballo que conocía las estrellas y, a continuación, redactar un trabajo que incluyera tanto un resumen del citado libro, como nuestra opinión personal tras su lectura. A mí, que me encantaba leer por puro placer y no por imposición escolar, estas actividades siempre me resultaban un tanto farragosas, pero como al final siempre solía disfrutar leyendo, se me olvidaba mi poco entusiasmo inicial y acababa escribiendo críticas bastante favorables de los libros. Sin embargo, recuerdo que con Danko me llevé un buen chasco porque no me gustó, o al menos no tanto como esperaba tras las alabanzas de mi maestra hacia él. En aquel momento, cuando tuve que pararme a escribir sobre qué me había parecido el libro, me encontraba en la misma tesitura que ahora, tras haber leído La vida imaginaria, de Mara Torres. Y es que si entonces me parecía feo hablar mal de aquel caballo tan querido por mi Seño, hoy incluso me parece peor hacerlo sobre la novela finalista del Premio Planeta 2012 por la admiración que siempre he sentido hacia Mara. Pero creo que, como hice entonces, me armaré de valor y diré lo que pienso.
A Mara Torres la sigo desde hace muchos años en La 2 Noticias; también la vi junto a Joaquín Reyes en Torres y Reyes, y aunque ya tiene otros dos libros en el mercado (Hablar por hablar. Historias de Madrugada, 2004 y Sin ti. Cuatro miradas desde la ausencia, 2006) y ha publicado varios relatos para revistas y blogs, reconozco que no había leído nada escrito por ella. Tras esas dos primeras novelas de carácter más periodístico, ha dado el salto a la ficción con La vida imaginaria, que cuenta la historia de Fortunata Fortuna, una joven publicista que es abandonada por su novio tras varios años de relación y que, a partir de ese momento, tiene que rehacer y repensar su vida… o imaginarla, porque Nata es propensa a las ensoñaciones.
El libro, de lectura fácil y rápida, está narrado en primera persona por la protagonista pero con un estilo diferente, ya que para dar sensación de que verdaderamente estás escuchando la voz de Nata, introduce muchas repeticiones y diálogos.
Por otro lado, y aunque sé que es la gracia de la novela, la caprichosa mezcla de realidad e imaginación hace que en ocasiones te sientas confuso y perdido. Y en cuanto al principal tema que trata (porque los secundarios, como el de la crisis y la falta de empleo, me parecen fuera de lugar en el conjunto global de la novela), el de las relaciones y las rupturas, aunque he leído que mucha gente se ha sentido identificada con lo que siente y vive Nata al respecto, he de decir que no ha sido mi caso porque sus reacciones me parecen demasiado exageradas y neuróticas. Quizás lo único que verdaderamente me ha gustado es el final de algunos capítulos (en general, bastante planos) con escenas y frases lapidarias. Han sido como la guinda de un pastel que te ha dejado un sabor agridulce en la boca:
“La diferencia es que sabes que alguien te quiere no porque te lo diga, sino porque te lo hace sentir”.
“Es lo que tiene empezar a enamorarse, que una cree que el mundo está envuelto en un absurdo papel de celofán”.
Al final, tal y como sospechaba, a mi Seño no le sentó nada bien que le tuviera tan poca estima a su querido Danko y puntuó mi valoración personal por debajo de la de otros compañeros que se limitaron a decir que les encantaría tener un caballo como él “porque es muy guay”. Unos cuantos años después la historia se repite y parece ser que soy la única a la que no le ha encantado La vida imaginaria y en realidad, me da un poco de lástima, hasta me siento culpable, de modo que será mejor que haga como Nata e imagine que me ha gustado mucho, porque si hay algo que este libro te enseña es que la realidad soñada, la vida imaginaria, duele mucho menos.
Recuerda que no todos los libros no deben ser santos de nuestra devoción. Por el contrario, deben haber opiniones encontradas para poder tener diferentes perspectivas del libro.
No tengo duda del esfuerzo y dedicación que ha tenido Mara Torres en la realización de su trabajo y las críticas constructivas ayudan mucho para hacerte crecer como profesional.
Las frases citadas son muy reales y nos sentimos muy identificados de alguna manera y ya por esto, creo que ha valido la pena el tiempo que tomaste para leer “La vida imaginaria”.
Reitero mi posición y apoyo a las críticas constructivas de libros, películas, etc. Y te digo que siempre hace falta gente como tu, que puedes llegar a enseñarnos el camino.
RV