Träume nicht dein leben, lebe deinen traum

Era 31 de diciembre y Ramón se dirigía, como cada mañana, al trabajo. Era el último día del año y también el último día de Ramón en la fábrica de botones en la que había pasado la mayor parte de su vida laboral. Ahora, más de cuarenta años después desde que empezara a trabajar con apenas once años como chico de los recados en Botones Sancho, S.L., había llegado el ansiado momento de su jubilación. Todos los felicitaban y le daban la enhorabuena. “¡Ramón, que ahora empieza lo bueno!” – le habían repetido sus compañeros en las últimas semanas. “Podrás salir a pasear por las mañanas, leer el periódico tranquilamente en el bar mientras te tomas una cañita y un pincho de tortilla, y hacer algún viajecito con la parienta”. Sin embargo, a Ramón le producía cierto vértigo verse, de repente, con tanto tiempo libre. Había empezado a trabajar siendo apenas un niño porque en su casa hacía falta el dinero y, algunos años después, cuando Juani se quedó embarazada con tan solo diecisiete años, tuvo que afrontar la situación y renunciar momentáneamente a sus sueños y aspiraciones. Cuando eres joven crees que tienes toda la vida por delante para, en cualquier momento, cambiar de rumbo, pero, en realidad, no eres consciente de que, una vez que te ves inmerso en la rutina de los días y debes hacer frente a tus responsabilidades, es muy difícil salirte del camino. Ramón había dedicado su vida a su trabajo, la contabilidad, a su familia y a las necesidades de los suyos, pero había dejado de lado las suyas propias y ahora, casi sin darse cuenta, había llegado el momento de su jubilación, ese momento en el que, según decían, empiezas a vivir de verdad: ya no tienes hipotecas ni letras del coche por pagar y los hijos han abandonado el nido, de modo que ya puedes dedicarte a ti, a disfrutar plenamente de esa última etapa de tu vida. A Ramón le entristecía pensar que había vivido sin darse cuenta, que el tiempo se le había escurrido entre las manos y ahora, con sesenta y cinco años, no se veía ni con ganas ni con fuerzas de cumplir sus sueños de juventud.

De camino a su último día de trabajo como contable en Botones Sancho, S.L., mientras Ramón iba absorto en sus pensamientos sobre su jubilación, le adelantó por la autovía una caravana en cuya parte trasera se podía leer “Träume nicht dein leben, lebe deinen traum”. Ramón trató de descifrar aquel mensaje en alemán echando mano de lo que podía recordar de aquellas lecciones que recibió de su tío Abel, que había emigrado a Alemania en los años sesenta y que se empeñaba, en cada una de sus visitas a España, en enseñarle todo lo que había aprendido de aquella complicada lengua. Ramón no fue capaz de dar con el significado exacto de la oración, aunque sí sabía que hacía referencia a la vida y los sueños, de modo que memorizó la frase y cuando llegó al trabajo le mandó un mensaje a su hija para que ella, que trabajaba como traductora en una prestigiosa editorial, le dijera qué significaban aquellas palabras. Ana le respondió en seguida: “¿Dónde has leído eso, papá? La frase quiere decir No sueñes tu vida, vive tu sueño. ¿Te vas a marchar, al fin, a recorrer mundo con tu cámara para convertirte en fotógrafo de National Geographic, tal y como querías cuando eras un niño?” Ramón percibió el tono de mofa en la respuesta de su hija, pero ¿y si aquello era una señal? ¿Y si había llegado el momento de ir en busca de sus sueños?

One Reply to “Träume nicht dein leben, lebe deinen traum”

  1. No importa si eres niño o adulto como Ramón, los sueños siempre deben existir porque mantienen viva la ilusión de hacer cosas extraordinarias.
    Una vez más un relato que no deja de emocionar y reafirmar la razón que tienes en cada una de las historias.